17 sep 2011 Tiempos de Paz y Gloria están a las puertas
Sábado 17 de septiembre de 2011 a las 18:50 hrs.
Mi muy querida bienamada hija, por fin te das cuenta ya, que cuando te sientes rechazada, eres sencillamente un espejo de Mi propia agonía.
Si estás unida a Mí, como lo estás, esto será parte de tu vida a partir de ahora. Cuando los hombres rechazan los mensajes que tú publicas, están rechazando Mi Santísima Palabra. Cuando ellos los desafían y los encuentran incorrectos, me critican. Cuando te miran con desprecio, me ridiculizan. Cuando se ríen de estos mensajes, me crucifican.
Lo que tú sientes es solo una porción de Mi sufrimiento, cuando veo, con profunda pena, la ceguera de los hombres ante la Verdad de la Existencia de Mi Padre Eterno. El dolor y la pena que siento son demasiado intensos, cuando tengo qué ver los pecados de los hombres, incluidos los pecados de los creyentes. Este tormento casi nunca acaba, pero se ve aliviado por el sufrimiento de las almas víctima. También se alivia con el amor que Mis seguidores me manifiestan por su devoción a Mí.
Hija Mía, aunque necesito el sufrimiento para salvar a otras pobres almas desdichadas, no es algo que me dé placer. Me parece doloroso contemplarlo, pero me siento consolado con ello. Tienes que aprender tantas cosas, hija Mía, que te son difíciles de entender. Los caminos del Reino Divino no podrían ser entendidos por la humanidad. Algún día los comprenderán.
Sepan esto, hijos Míos: Los tiempos difíciles que han tenido que soportar los hombres desde hace siglos, están llegando a su fin. Esta es una buena noticia para aquellos hombres que demuestran su amor al prójimo y como tal, que me aman. También traerá la terminación, por fin a Mi sufrimiento, el que soporto porque los amo a todos. Este amor es poderoso y fluye sin cesar y será la causa de su salvación final.
Ve ahora, hija Mía, y acepta con más comprensión el sufrimiento en tu corazón. Alégrate, porque los tiempos de Paz y de Gloria están a las puertas.
Su amoroso Amigo y Salvador
Jesucristo, Rey de la humanidad