06 may 2012 A Mis discípulos de hoy se les está dando una enorme misión
Domingo, 6 de mayo del 2012, a las 10:00 hrs.
Mi muy querida hija, muchos hijos de Dios creen que aquéllos que llevan vidas santas son los favorecidos por Mi Padre.
La verdad es que esas almas, santas y devotas como son, deben trabajar para la salvación de otras almas.
Esas otras almas son aquellos hombres, mujeres y niños ordinarios, que llevan vidas ocupadas y dedican poco tiempo a la oración.
Muchos no rezan ni se comunican conmigo. Algunos no creen en Dios. Otros sí. Muchas de esas almas llevan buenas vidas.
Ellos tratan a las demás personas con amor y bondad de corazón. Ponen las necesidades de los demás por delante de las suyas propias. Dan limosna. Se aman unos a otros. Pero no van a la iglesia, no reciben los sacramentos y no aceptan que Yo, Jesucristo, existo.
Vosotros pensaréis, por lo tanto, que son almas perdidas. En verdad, no lo son. Son hijos de Dios y su luz brilla a través de ellos. Ellos no están malditos. Ellos son amados.
Con el tiempo, cuando se les muestre la prueba de Mi existencia, Me abrazarán inmediatamente.
Tan sólo son aquellas almas que son conscientes de sus agravios a Mi Padre y que saborean las delicias de sus pecados perversos y malignos, las que están perdidas.
Son aquéllos que no pueden vivir sin cometer pecado mortal y cuyas almas están así de oscurecidas porque están poseídas por Satanás, los que necesitan escapar de esas terribles tinieblas. Pero no serán lo suficientemente fuertes para hacerlo.
Ellos encontrarán casi imposible buscar Mi ayuda. Sólo pueden ser salvados por medio de las oraciones de Mis santos y devotos seguidores.
A Mis discípulos de hoy se les está dando una enorme misión, igual que la que se les dio a Mis apóstoles cuando Yo ascendí al Cielo, pero más urgente.
Vuestra labor, seguidores Míos, es preparar a esas almas para Mi nuevo Paraíso por medio de vuestras oraciones. Las oraciones pueden convertirlas.
Mi Misericordia es tan grande que Yo perdonaré a esos pecadores gracias a la generosidad de esos otros leales siervos Míos, mediante sus sufrimientos y sus oraciones.
No olvidéis nunca el poder de vuestras oraciones. Ese poder es un don dado a vosotros para que podáis salvar las almas de vuestros hermanos y hermanas. Acordaos de que Mi Padre Eterno ama a todos los pecadores. Sin embargo, se produce un gran regocijo, y se derraman lágrimas de alegría, por cada pecador ensombrecido y perdido que se salva del fuego del Infierno.
Vuestro amado Jesús